Como fotógrafo de boda me considero una especie observador cualificado que debe documentar el discurrir de sus distintos momentos con la mínima intervención posible, dejando que las cosas fluyan mientras tomo instantáneas.
Para mi prácticamente cualquier momento de la boda es susceptible de ser fotografiado, por lo que suelo hacer un gran número de fotografías.
Hay bodas donde el movimiento no cesa; los niños, los familiares y los amigos generan alrededor de los novios un ritmo y un ambiente emocional perfecto para “camuflarte”, moviéndote cómodamente en busca de esos instantes.
Podríamos decir que esa es mi forma de trabajo “por defecto”.
Aunque practico el estilo fotoperiodístico no baso el reportaje sólo en instantáneas. Tampoco considero que cualquier fotografía no posada sea a priori mejor que una donde las personas retratadas colaboren con el fotógrafo. En este sentido me considero ecléctico, quedándome con lo que más me interesa de cada tendencia.
Pienso que el estilo fotoperiodístico no funciona para cualquier boda ni para todos los momentos de todas las bodas, pudiendo resultar forzado querer transmitir en las fotos un “tempo” distinto del real. Si algo me ha enseñado la experiencia es a comprender la realidad de las bodas y a respetar la idiosincrasia de cada familia. Lo auténtico surge precisamente del modo adecuado de comunicarte con las personas. Es cuestión de empatía.
En este sentido, dado que considero el retrato de boda un objetivo fundamental del reportaje, y que éste, por definición, implica la aceptación a “estar frente a la cámara”, considero que el estilo documental se complementa perfectamente con una fotografía de estética más controlada.
Granada aporta fondos únicos para componer fotos de boda.
En mi opinión, la naturalidad expresiva es uno de los valores fundamentales que deben primar en la fotografía de boda, aunque ello no debe estar reñido con la plasticidad, la elegancia o la composición, que ha de ser, esta última, la estructura sobre la que se construyan las fotografías.
Los elementos de una imagen han de ser mostrados con orden; una fotografía, por el hecho de ser una instantánea, no tiene por qué ser un caos compositivo donde todo valga. La autenticidad, la frescura y el contenido narrativo se leerán mejor si los elementos de la imagen están organizados según reglas universales de composición, que son, de hecho, la sintaxis gramatical del lenguaje fotográfico.
Así, en la fotografía de arriba, por ejemplo, vemos como los elementos principales (pareja y coche) buscan un equilibrio formal que facilite la percepción narrativa de ese momento, y en la instantánea de abajo puede apreciarse como los elementos arquitectónicos (arcos) y las fugas que crean los bancos, enmarcan a la pareja que sale encantada de la iglesia al encuentro de los invitados.
En un reportaje de boda un cuidado diseño compositivo es un detalle de calidad que las parejas deberían apreciar y exigir.
Fondo y forma, contenido y composición, expresión y belleza… Llamémoslo como queramos pero este binomio, constituyente de cualquier relato artístico, es también la esencia de la fotografía de boda. Es por ello que suelo definir mi estilo como la búsqueda de una naturalidad estética.
La luz y el color son la materia prima del fotógrafo. La luz define los rostros, da vida a la mirada, crea volúmenes y texturas en las figuras... "Ver la luz", comprenderla y usarla para nada es algo casual; exige habilidad y oficio.
El control de la iluminación y el uso combinado de luz ambiente con flashes remotos añade un extra de belleza y calidad técnica.
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