Para ser una boda tan bulliciosa la cosa empezó muy tranquila. Cuanto llegamos a la casa Clara ya estaba vestida, feliz y bastante serena. Aunque poco a poco la cosa empezó a animarse y la casa a llenarse de familiares. Así que cuando la densidad por metro cuadrado en el piso se acercó peligrosamente al millón de personas decidimos salir al pasillo (algo menos concurrido), y allí hicimos el resto de los retratos. Paredes blancas y varias ventanas; Todo muy limpio y sencillo, como a mí me gusta.
Clara y su familia fueron encantadores y colaboraron al cien por cien con nosotros. Se dejó llevar, disfrutando simultáneamente de las fotos y de su gente. Como tiene que ser.
La boda se celebró en la Iglesia de San Justo y Pastor. Al poquito de llegar nosotros llegaron José Ignacio y sus padres. Él y su madre prácticamente no se separaron del brazo mientras saludaban a los invitados que iban llegando, buscando seguridad y cariño para compensar los nervios del momento.
La llegada y la salida en esta iglesia es muy lucida; la amplia y tranquila plaza, en sombra por la tarde, permite la entrada del coche hasta la misma puerta y a todos los invitados departir sin el agobio del sol, el tráfico o la falta de espacio.
La ceremonia fue concluida con unas palabras de Pepe, el padre de José Ignacio, que desde la experiencia y el cariño, emocionó a los asistentes y especialmente a la pareja.
A petición de los novios, exteriores con la Alhambra de fondo por el paseo de los Tristes, Plaza de la Victoria, Grajales, Encrucijada y Frailes de la Victoria. A pesar de las molestias de Clara por la incompatibilidad de sus zapatos y las cuestas del albaicín, fue un rato de fotos, risas y mucha, mucha ilusión. Gracias mil.